El sábado me fui al cine, que es un buen sitio para pasar la tarde: fresquito, cocacola y palomitas. Y además, no necesito ninguna otra excusa, me encanta el cine. Aunque la etiqueta de "cine de evasión" normalmente se le ha aplicado a las películas eróticas o subidas de tono, para mí casi todas las películas tienen la maravillosa capacidad de evadirme durante un par de horas de la realidad. Me encanta ese ejercicio, qué le voy a hacer. Ciento veinte minutos de soñar con los ojos abiertos.
Este sábado sucedió que me senté al lado de un papá con su hijo, a un par de butacas de distancia. El niño tenía unos 5 años, y como pasa con los niños, le gustaba la película pero estaba revoltoso. En un momento dado, salió en pantalla una panorámica sobre Washington y el niño se quedó súbitamente quieto en su asiento, callado, y al cabo de unos segundos se le oyó decir: "Papá, qué grande es el mundo!!"
Y ahí se quedó, sin moverse, sin estremecerse, como pegado al asiento. Casi ya no dijo nada en el resto de la película, yo diría que ni la disfrutó de tan impactado como quedó.
A veces cuando hemos tenido entrevistas con alcaldes y concejales, también con empresarios, veo en sus ojos y en sus palabras al mismo niño asustado del cine. Parece que en su labor diaria, en un momento dado, se han dado cuenta de que eso de las nuevas tecnologías no es una moda pasajera, que viene para quedarse, que tienen que cambiar sus modelos y sus organizaciones y se quedan petrificados, sin reaccionar, sin saber por dónde empezar. Como el niño del cine, se quedan helados, y no son capaces de afrontar el cambio ni de disfrutar con él.
El cambio está aquí, pero también las nuevas oportunidades! Ese mundo de ahí afuera no tiene que ser oscuro y amenazante, sino prometedor. Nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco es tan difícil. Nosotros estamos aquí para mostrar que, aunque eso de ahí afuera parezca una jungla insondable, hay un montón de caminos y sendas abiertas.
Escojamos uno. Y sigámoslo.
